martes, 1 de enero de 2013

SANLÚCAR DESABRIDA




Un comienzo de año
crudo y desabrido,
calles casi desiertas,
ambiente húmedo y sombrío
en el invierno mas frío.

Ante nuestros ojos,
un Guadalquivir que baja bravo y caudaloso
con un cauce ocre y turbulento
que se funde con el agua salada
de un infinito Atlántico adentro.

Playa completamente desierta,
algún transeúnte abrigado
paseando a su perro,
o algún deportista raudo
que corre por el paseo.

En nuestro pueblo,
una Sanlúcar asediada por el paro
y los recortes sociales,
en estos malos tiempos para el obrero,
poca vida en ese ambiente aletargado
de la cara mas dura del invierno.

Cielo de plomo y cenizas
que amenaza con llover,
mujeres a la compra
colegiales salpicados por doquier,
abuelos camino del ambulatorio,
comerciantes para abrir
sus locales de rebajas en tiempos de crisis,
y algún empleado municipal
que trajina de aquí para allá.

En el fin de semana
el ambiente se animará algo
con la llegada de algún foráneo
que frecuentará nuestros bares,
santuarios de la tapa y manzanilla
que dan vida a nuestras calles.

Neblinas matinales,
humo de tiro de chimeneas,
ropa de abrigo, paraguas,
y un ambiente húmedo
que se respira y entra hasta los huesos,
estampa invernal de mi pueblo ...


José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)

JARDIN DE INVIERNO



Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.

Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.

Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.

Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado.

Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.

La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.

Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.

Pablo Neruda (Parral 1904 - Santiago de Chile 1973)

LA LLUVIA



Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.

Jorge Luis Borges (Buenos Aires 1899 - Ginebra 1986)

SOL DE INVIERNO




Es mediodía. Un parque.
Invierno. Blancas sendas;
simétricos montículos
y ramas esqueléticas.
Bajo el invernadero,
naranjos en maceta,
y en su tonel, pintado
de verde, la palmera.
Un viejecillo dice,
para su capa vieja:
«¡El sol, esta hermosura
de sol!…» Los niños juegan.
El agua de la fuente
resbala, corre y sueña
lamiendo, casi muda,
la verdinosa piedra.

Antonio Machado (Sevilla 1875 -Colliure 1939)

POEMA DE INVIERNO





En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño
como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos; mírame con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de París.

Rubén Dario (Matagalpa 1867 - León  1916)

MALVA LUNA DE YELO




Las floridas espaldas ya en la nieve,
y los cabellos de marfil al viento.
Agua muerta en la sien, el pensamiento
color halo de luna cuando llueve.
                            
¡Oh qué clamor bajo del seno breve;
qué palma al aire el solitario aliento,
qué témpano cogido al firmamento,
el pie descalzo, que a morir se atreve!

¡Brazos de mar, en cruz, sobre la helada
bandeja de la noche; senos fríos,
de donde surte, yerta, la alborada;

oh piernas como dos celestes ríos,
Malva-luna-de-yelo, amortajada
bajo las mares de los ojos míos!

Rafael Alberti (El Ptº de Stª Mª 1902 - Ibideim 1999)