lunes, 1 de julio de 2013

NOCHE ENCANTADA




Mi espíritu profanó la intimidad de tus sueños,
tu mirada se alojó dentro de mi subconsciente,
bajo aquel cielo estrellado sucio de besos ardientes.
Sumidos en aquel abrazo largo sempiterno,
espectadores de una noche de mar tibio y sereno.

Brisa portadora de sabores a algas y a sal,
destellos de barquitos que surgen de la oscuridad
entre un susurro de olas que no nos quería despertar.
Soñamos que éramos tan felices como antes,
con ese amor inocente y exuberante de juventud,
entre libros de texto y recelos colegiales.
Aquellos paseos hasta tu casa todas las tardes.

Qué embelesante placidez la de aquella noche,
grato desenlace de un incandescente día estival,
bañistas, niños, cuerpos al sol, todo quedó atrás,
desde que los rayos cegadores se apagaron en la mar;
la dejaron de oro y luego se puso de cobre
sin que nadie supiera  donde los rayos se esconden.

La noche sin darse cuenta se abalanzó precoz,
con una penumbra absorbente de calma y tranquilidad,
donde resaltan tus ojos como tizones sin quemar,
tus labios dos fresones que las olas se quieren tragar.

Estaba a tu lado pero no estaba contigo,
ni siquiera yo sabia donde debía de estar,
si estaba soñando contigo o me enamoraba del mar.


José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Bda. 1964)


SUEÑOS DE INFANCIA


De niño cuando soñaba,
soñaba con duendes enanos,
con aventuras de piratas,
con Tarzán,
en otros era torero,
futbolista,
equilibrista, capitán.
Soñaba con esas cosas
con las que solo un niño sabe soñar.

Por la mañana, al despertarme,
de pena rompía a llorar,
sabia que había soñado
pero no me podía acordar.

José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Bda. 1964)

LOS SUEÑOS


 El hada más hermosa ha sonreído 
al ver la lumbre de una estrella pálida, 
que en hilo suave, blanco y silencioso 
se enrosca al huso de su rubia hermana.


  Y vuelve a sonreír porque en su rueca 
el hilo de los campos se enmaraña. 
Tras la tenue cortina de la alcoba 
está el jardín envuelto en luz dorada.


  La cuna, casi en sombra. El niño duerme. 
Dos hadas laboriosas lo acompañan, 
hilando de los sueños los sutiles 
copos en ruecas de marfil y plata.


Antonio Machado (Sevilla 1875 - Colliure, Francia 1939)

CANCIÓN DE UN SUEÑO


Otra vez, esta noche, ví tu mano en la mía,
otra vez, esta noche, volví a soñar contigo,
yo, que no soy tu amante ni siquiera tu amigo,
sino un hombre que pasa bajo la luz del día.

Sin embargo, en la sombra donde el tiempo no existe,
se buscan nuestras almas, no sé por qué. Y despierto
vagamente inconforme de que no ha sido cierto,
triste de una tristeza que no llega a ser triste.

Algo ocurre en la noche, pero yo no lo digo:
ni a ti, que nada sabes, ni a ti te diré nada,
pero al mirar tus ojos sabré, por tu mirada,
si  también, esta noche, tú has soñado conmigo.




José Ángel Buesa  (Cienfuegos, Cuba 1910-Santo Domingo, República Dominicana, 1982) 

SOLO EN SUEÑOS



Sólo en sueños, 
sólo en el otro mundo del sueño te consigo, 
a ciertas horas, cuando cierro puertas 
detrás de mí. 
¡Con qué desprecio he visto a los que sueñan, 
y ahora estoy preso en su sortilegio, 
atrapado en su red! 
¡Con qué morboso deleite te introduzco 
en la casa abandonada, y te amo mil veces 
de la misma manera distinta! 
Esos sitios que tú y yo conocemos 
nos esperan todas las noches 
como una vieja cama 
y hay cosas en lo oscuro que nos sonríen. 
Me gusta decirte lo de siempre 
y mis manos adoran tu pelo 
y te estrecho, poco a poco, hasta mi sangre. 
Pequeña y dulce, te abrazas a mi abrazo, 
y con mi mano en tu boca, te busco y te busco. 
A veces lo recuerdo. A veces 
sólo el cuerpo cansado me lo dice. 
Al duro amanecer estás desvaneciéndote 
y entre mis brazos sólo queda tu sombra.

 Jaime Sabines (Chiapas 1926 - Ciudad de México 1999)

ME GUSTA CUANDO CALLAS


Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, 
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


Pablo Neruda (Parral 1904 – Santiago de Chile 1973)