miércoles, 1 de enero de 2014

DE FRIO Y DE HIELO

Este invernal mes de enero del nuevo año, nuestro blog se ha vuelto frío y helado ante este ambiente gélido e intempestivo que no invita siquiera a salir de casa. Este mes,  nuestro Cuaderno de Poesía lo hemos ambientado con algunos poemas referentes a este fenómeno climatológico que aparece en esta estación invernal haciendo como si el mundo se aletargase o congelase por unas semanas ...


Un frío agudo e intenso,
que penetra
y se hunde hasta el tuétano de los huesos,
unos escalofríos
que rechinan los dientes
y sacuden espasmódicamente los cuerpos.

Un frío que asola
con su manto de hielo
los páramos inmensos,
la fragilidad minúscula de los pueblos,
los ramajes blancos de los abetos
en un mundo aletargado y gélido.

Chimeneas de humos espirales
con olor a hogar y a leña,
lucecillas tras las ventanas
de aquellas casas de piedra
de cristaleras empañadas,
animales al calor del establo
y al cobijo de la nevada,
ríos helados de aguas cuajadas
en un mundo de escarcha.

El invierno mas largo y helado
de la estación mas olvidada,
vientos largos y cortantes
que recorren y castigan
la naturaleza mas desolada,
secuencia de huellas perdidas
que borrará la próxima nevada,
tímidos rayos de sol
que se reflejan en las nieves blancas,
estampas frías del invierno
de las tierras altas de España.

José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)

MALVA LUNA DE YELO



Las floridas espaldas ya en la nieve, 
y los cabellos de marfil al viento. 
Agua muerta en la sien, el pensamiento 
color halo de luna cuando llueve.

¡Oh qué clamor bajo del seno breve; 
qué palma al aire el solitario aliento, 
qué témpano cogido al firmamento, 
el pie descalzo, que a morir se atreve!

¡Brazos de mar, en cruz, sobre la helada 
bandeja de la noche; senos fríos, 
de donde surte, yerta, la alborada;

oh piernas como dos celestes ríos, 
Malva-luna-de-yelo, amortajada 
bajo las mares de los ojos míos!



Rafael Alberti (Ptº de Stª María 1902 - Ibideim 1999)

EL FRIO



Viento negro secreto que sopla entre los huesos,
sangre del mar que tengo entre mis venas cerradas,
océano absoluto que soy cuando, dormido,
irradio verde o fría una ardiente pregunta.

Viento de mar que ensalza mi cuerpo hasta sus cúmulos,
hasta el ápice aéreo de sus claras espumas,
donde ya la materia cabrillea, o lucero,
cuerpo que aspira a un cielo, a una luz, propia y fija.

Cuántas veces de noche rodando entre las nubes, o acaso bajo tierra,
o bogando con forma de pez_ vivo,
o rugiendo en el bosque como fauce o marfil;
cuántas veces arena, gota de agua o voz. sólo,
cuántas, inmensa mano que oprime un mundo alterno.

Soy tu sombra, camino que me lleva a ese límite,
a ese abismo sobre el que el pie osaría,
sobre el que acaso quisiera volar como cabeza,
como sólo una idea o una gota de sangre.

Sangre o sol que se funden en el feroz encuentro,
cuando el amor destella a un choque silencioso,
cuando amar es luchar con una forma impura,
un duro acero vivo que nos refleja siempre.

Matar la limpia superficie sobre la cual golpeamos,
bruñido aliento que empañan los besos, no los pájaros,
superficie que copia un cielo estremecido,
como ese duro estanque donde no calan piedras.

Látigo de los hombres que se asoma a un espejo,
a ese bárbaro amor de lo impasible o entero,
donde los dedos mueren como láminas siempre,
suplicando, gastados, un volumen perdido.

¡Ah maravilla loca de hollar el frío presente,
de colocar los pies desnudos sobre el fuego,
de sentir en los huesos el hielo que nos sube
hasta notar ya blanco el corazón inmóvil!

Todavía encendida una lengua de nieve
surte por una boca, como árbol o unas ramas.
Todavía las luces, las estrellas, el viso,
mandan luz, mandan aire, mandan amor o carne.


Vicente Aleixandre (Sevilla 1898 - Madrid 1984)

LOS DIAS SIN SOL



El lobo blanco del invierno, 
el lobo blanco viene, 
con los feroces ojos inyectados 
en sangre helada, fijos y crueles.
¡Maldito lobo invierno, que te llevas 
los viejos y los débiles!


¡Reunámonos, que todos 
tengan una familia, 
un libro y fuego alegre!


Y mientras, fuera, el hacha 
el tronco seco hiende, 
que será rojo en el hogar, cerremos 
la puerta y el balcón... ¡Dios no nos quiere!


¡Tregua!  Seamos amigos... 
La tibia paz entre nosotros reine 
en torno de la lámpara, que esparce 
la tranquila poesía del presente.


Y tú, mi amada, cuyos rojos labios 
son ya la sola flor, dámelos..., ¡quiéreme!...

  . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¡Que el lobo blanco del invierno 
el lobo blanco viene!


Manuel Machado (Sevilla 1874 - Madrid 1947)