lunes, 5 de agosto de 2013

CELOS



















La posesión mas inconsciente e incontrolable,
marcada por la pasión mas ciega por su hermosura,
por su tez morena, por su mirada absorbente,
presa de mis sueños de lujuria.

La sutileza elegante de ese frágil contoneo,
la sonrisa y el cariz de la musa mas divina,
las curvas de esa figura de caderas y pechos tallada,
ese semblante sensual entre su pelo negro,
esa piel de terso olor a fragancias perfumadas,
que solo encierran las hembras mas veneradas,
las miradas de los hombres,
mis martirios celosos de tenerla,
mis desvelos egoístas por no perderla ...


José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)

DÉJAME SUELTAS LAS MANOS



Déjame sueltas las manos 
y el corazón, déjame libre! 
Deja que mis dedos corran 
por los caminos de tu cuerpo. 
La pasión —sangre, fuego, besos—
me incendia a llamaradas trémulas. 
Ay, tú no sabes lo que es esto!

Es la tempestad de mis sentidos
doblegando la selva sensible de mis nervios.
Es la carne que grita con sus ardientes lenguas!
Es el incendio!
Y estás aquí, mujer, como un madero intacto
ahora que vuela toda mi vida hecha cenizas
hacia tu cuerpo lleno, como la noche, de astros!

Déjame libres las manos 
y el corazón, déjame libre!

Yo sólo te deseo, yo sólo te deseo! 
No es amor, es deseo que se agosta y se extingue,
es precipitación de furias, 
acercamiento de lo imposible, 
pero estás tú,
estás para dármelo todo,
y a darme lo que tienes a la tierra viniste—
como yo para contenerte, 
y desearte, 
y recibirte!



Pablo Neruda (Parral ,Chile 1904 - Santiago de Chile 1973)

CELOS


Ya sólo eres aquella
que tiene la costumbre de ser bella.
Ya pasó la embriaguez.
Pero no olvido aquel deslumbramiento,
aquella gloria del primer momento,
al ver tus ojos por primera vez.

Yo sé que, aunque quisiera,
no he de volverte a ver de esa manera.
Como aquel instante de embriaguez;
y siento celos al pensar que un día,
alguien, que no te ha visto todavía,
verá tus ojos por primera vez.



José Ángel Buesa (Cienfuegos, Cuba 1910 - Santo Domingo, R. Dominicana 1982)

LA FORMA DE QUERER TÚ


La forma de querer tú
es dejarme que te quiera.
El sí con que te me rindes
es el silencio. Tus besos
son ofrecerme los labios
para que los bese yo.
Jamás palabras, abrazos,
me dirán que tú existías,
que me quisiste: jamás.
Me lo dicen hojas blancas,
mapas, augurios, teléfonos;
Tú, no.
Y estoy abrazado a ti
sin preguntarte, de miedo
a que no sea verdad
que tú vives y me quieres.
Y estoy abrazado a ti
sin mirar y sin tocarte.
No vaya a ser que descubra
con preguntas, con caricias,
esa soledad inmensa
de quererte sólo yo.



Pedro Salinas (Madrid 1891 - Boston, EEUU 1951)

EN TI TERMINO



Este objeto de amor no es un objeto puro;
Es un objeto bello, y creo que eso basta.
Bellos son sus brazos, sus hombros, sus senos;
Bellos son sus ojos (¡y qué bien me mienten!)

Deseable, me engaña, o furtiva, resbala
suave, suavemente, con física dulzura,
o gravita hacia un centro más secreto que el alma;
o duele con un fuego más real que el cariño.

Si la beso, no hablo; si la toco, no creo;
Y me quedo callado mirándola muy cerca,
o me duermo en sus brazos, o me muero en su espasmo,
y en aniquilarme hallo cierto descanso.



Gabriel Celaya (Hernani, Guipúzcoa 1911 - Madrid  1991)

NO INTENTEMOS EL AMOR NUNCA


Aquella noche el mar no tuvo sueño.
Cansado de contar, siempre contar a tantas olas,
quiso vivir hacia lo lejos,
donde supiera alguien de su color amargo.


Con una voz insomne decía cosas vagas,
barcos entrelazados dulcemente
en un fondo de noche,
o cuerpos siempre pálidos, con su traje de olvido
viajando hacia nada.


Cantaba tempestades, estruendos desbocados
bajo cielos con sombra,
como la sombra misma,
como la sombra siempre
rencorosa de pájaros estrellas.


Su voz atravesando luces, lluvia, frío,
alcanzaba ciudades elevadas a nubes,
cielo sereno, colorado, glaciar del infierno,
todas puras de nieve o de astros caídos
en sus manos de tierra.


Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades.
Allí su amor tan sólo era un pretexto vago
con sonrisa de antaño,
ignorado de todos.


Y con sueño de nuevo se volvió lentamente
adonde nadie
sabe de nadie.
Adonde acaba el mundo.

                                           

Luis Cernuda (Sevilla 1902 - Ciudad de México 1963)