domingo, 1 de septiembre de 2013

EL VINO



Rojo como el sorbo de la sangre de la uva,
ríos de curso de mezclas tintadas de rosados,
de burbujas chispeantes y traviesas de los cavas,
de esa tenue transparencia dorada de los blancos,
el cuerpo de alma de roble de los brandys,
el azúcar de elixir de pasa de los dulces, 
y el olor al caldo de bodega mas embriagado.


La copa del contenido más natural
fiel cómplice de comidas y manjares,
néctar de la madurez del sol a la viña de la tierra,
esa celestial exprimidura de los lagares
para las crianzas de bodegas viejas.

El ritual de la alegría,
el descorche sonoro de la fiesta,
la ceremonia del brindis,
el invitado perenne de barras y mesas,
el desenfreno ebrio de las mentes,
el reguero líquido de la  barrica a la botella,
el mojar ávido de los labios
ante el mas genuino sabor en boca,
que desciende por las gargantas
hasta enturbiar las cabezas,
de impregnarlas de olvido
y de sensaciones abstractas,
de esa gratificante ingesta,
del bienestar feliz de los cuerpos,
de los embrujos de Baco,
de la borrachera mas placentera ...

José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)

SONETO AL VINO


¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de los astros, en qué secreto día
que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa
y singular idea de inventar la alegría?
Con otoños de oro la inventaron. El vino
fluye rojo a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en el arduo camino
nos prodiga su música, su fuego y sus leones.
En la noche del júbilo o en la jornada adversa
exalta la alegría o mitiga el espanto
y el ditirambo nuevo que este día le canto
otrora lo cantaron el árabe y el persa.
Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia
como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.

Jorge Luis Borges (Buenos Aires, Argentina 1899 - Ginebra, suiza 1986)

ODA AL VINO



Vino color de día,
vino color de noche,
vino con pies de púrpura
o sangre de topacio,
vino,
estrellado hijo
de la tierra,
vino, liso
como una espada de oro,
suave
como un desordenado terciopelo,
vino encaracolado
y suspendido,
amoroso,
marino,
nunca has cabido en una copa,
en un canto, en un hombre,
coral, gregario eres,
y cuando menos, mutuo.
A veces
te nutres de recuerdos
mortales,
en tu ola
vamos de tumba en tumba,
picapedrero de sepulcro helado,
y lloramos
lágrimas transitorias,
pero
tu hermoso
traje de primavera
es diferente,
el corazón sube a las ramas,
el viento mueve el día,
nada queda
dentro de tu alma inmóvil.
El vino
mueve la primavera,
crece como una planta la alegría,
caen muros,
peñascos,
se cierran los abismos,
nace el canto.
Oh tú, jarra de vino, en el desierto
con la sabrosa que amo,
dijo el viejo poeta.
Que el cántaro de vino
al beso del amor sume su beso.

Amor mío, de pronto
tu cadera
es la curva colmada
de la copa,
tu pecho es el racimo,
la luz del alcohol tu cabellera,
las uvas tus pezones,
tu ombligo sello puro
estampado en tu vientre de vasija,
y tu amor la cascada
de vino inextinguible,
la claridad que cae en mis sentidos,
el esplendor terrestre de la vida.

Pero no sólo amor,
beso quemante
o corazón quemado
eres, vino de vida,
sino
amistad de los seres, transparencia,
coro de disciplina,
abundancia de flores.
Amo sobre una mesa,
cuando se habla,
la luz de una botella
de inteligente vino.
Que lo beban,
que recuerden en cada
gota de oro
o copa de topacio
o cuchara de púrpura
que trabajó el otoño
hasta llenar de vino las vasijas
y aprenda el hombre oscuro,
en el ceremonial de su negocio,
a recordar la tierra y sus deberes,
a propagar el cántico del fruto.



Pablo Neruda (Parral ,Chile 1904 - Santiago de Chile 1973)

BRINDIS



He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío:
una blanca, otra roja, como tu amor y el mío.
Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo:
la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo.

Al beber, gota a gota, los pétalos flotantes
me rozarán los labios, como labios de amante;
y, en su llama o su nieve de idéntico destino,
serán como fantasmas de besos en el vino.

Ahora, elige tú, amiga, cuál ha de ser tu vaso:
si éste, que es como un alba, o aquél, como un ocaso.
No me preguntes nada: yo sé bien que es mejor

embriagarse de vino que embriagarse de amor...
Y así mientras tú bebes, sonriéndome —así,
yo, sin que tú lo sepas, me embriagaré de ti...


José Ángel Buesa (Cienfuegos, Cuba 1910 - Santo Domingo, R. Dominicana 1982)