lunes, 1 de octubre de 2012

SEMBLANZA OTOÑAL




El Otoño parece haber llegado,
el cielo azul de Andalucia
grisáceo se va tornando,
el sol cubierto de nubes
parece como tristón, débil,
apagado.

Los campos están secos,
amarillentos, abrasados,
con la hierba mustia y tenue
por las calores del verano.

Los viñedos están desconocidos,
enmarañados  y secos los sarmientos,
suelo cubierto de hojarasca
agitada por el viento,
hojas que vuelan desordenadamente,
salpicando el tono gris del cielo.

A veces,
sobrevolando los campos inmensos,
se ven pasar aves de regreso,
que vuelan a paises lejanos,
para pasar el invierno.

La playa aparece desierta,
sin los niños, los bañistas,
ni el carrillo de los helados,
solo queda un viejo pescador
de tez morena y pelo cano,
remendando una vieja red
que la mar casi había destrozado.

                        Allí, a lo lejos,
                        por la orilla, corren dos perros,
                        uno detrás del otro
                        para arrebatarse un hueso,
                        pobres perros callejeros,
                        qué duro se les hará el invierno.

                        No cabe duda,
                        el verano nos ha dejado,
                        y el Otoño con su manto de hojas,
                        con sus tonos grises y plateados,
                        parece haber llegado.

José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)

SI PUDIERA ELEGIR MI PAISAJE



Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.


Ella devuelve mi mirada inservible,
la de hace apenas quince o veinte años
cuando la casa verde envenenaba el cielo.
Por eso es cruel dejarla recién atardecida
con tantos balcones como nidos a solas
y tantos pasos como nunca esperados.


Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos,
los espías aleves de la soledad,
las piernas de mujer que arrastran a mis ojos
lejos de la ecuación dedos incógnitas.

Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte,
hojas secas, bocinas y nombres desolados,
nubes que van creciendo en mi ventana
mientras la humedad trae lamentos y moscas.

Sin embargo existe también el pasado
con sus súbitas rosas y modestos escándalos
con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera
y su insignificante comezón de recuerdos.

Ah si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.

Mario Benedetti (Uruguay 1920 - 2009)

LLUEVE




Llueve
sobre la arena, sobre el techo
el tema
de la lluvia:
las largas eles de la lluvia lenta
caen sobre las páginas
de mi amor sempiterno,
la sal de cada día:
regresa lluvia a tu nido anterior,
vuelve con tus agujas al pasado:
hoy quiero el espacio blanco,
el tiempo de papel para una rama
de rosal verde y de rosas doradas:
algo de la infinita primavera
que hoy esperaba, con el cielo abierto
y el papel esperaba,
cuando volvió la lluvia
a tocar tristemente
la ventana,
luego a bailar con furia desmedida
sobre mi corazón y sobre el techo,
reclamando
su sitio,
pidiéndome una copa
para llenarla una vez más de agujas,
de tiempo transparente,
de lágrimas.

Pablo Neruda Chile (1904 - 1973)

OTOÑO





En llamas, en otoños incendiados,
arde a veces mi corazón,
puro y solo. El viento lo despierta,
toca su centro y lo suspende
en luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!

Busco unas manos,
una presencia, un cuerpo,
lo que rompe los muros
y hace nacer las formas embriagadas,
un roce, un son, un giro, un ala apenas;
busco dentro mí,
huesos, violines intocados,
vértebras delicadas y sombrías,
labios que sueñan labios,
manos que sueñan pájaros...

Y algo que no se sabe y dice «nunca»
cae del cielo,
de ti, mi Dios y mi adversario.

Octavio Paz (Mexico 1914 - 1998)

AMANECER DE OTOÑO




Una larga carretera
entre grises peñascales,
y alguna humilde pradera
donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales.

Está la tierra mojada
por las gotas del rocío,
y la alameda dorada,
hacia la curva del río.
Tras los montes de violeta
quebrado el primer albor:
a la espalda la escopeta,
entre sus galgos agudos, caminando un cazador.

Antonio Machado (Sevilla 1875 - Colliure 1939)

MARIPOSA DE OTOÑO



La mariposa volotea
y arde —con el sol— a veces.

Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja que la mece.

Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.

Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.

Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.

Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.

Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.

Se va la mano que te induce.
Se va o perece.

Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.

El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.

Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.

Su lengua tibia me rodea.
También me dice: —Te parece.

La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.

Pablo Neruda (Chile 1904 - 1973)