jueves, 1 de marzo de 2012

Rima 21 ¿QUE ES POESIA? dices.




—¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla 1836 - Madrid 1870)

A UN POETA MUERTO


Así como en la roca nunca vemos
la clara flor abrirse,
entre un pueblo hosco y duro
no brilla hermosamente
el fresco y alto ornato de la vida.
Por esto te mataron, porque eras
verdor en nuestra tierra árida
y azul en nuestro oscuro aire.

Leve es la parte de la vida
que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destrucción perduran siempre
sordamente en la entraña
toda hiel sempiterna del español terrible,
que acecha lo cimero
con su piedra en la mano.

Triste sino nacer
con algún don ilustre
aquí, donde los hombres
en su miseria sólo saben
el insulto, la mofa, el recelo profundo
ante aquel que ilumina las palabras opacas
por el oculto fuego originario.

La sal de nuestro mundo eras,
vivo estabas como un rayo de sol,
y ya es tan sólo tu recuerdo
quien yerra y pasa, acariciando
el muro de los cuerpos
con el dejo de las adormideras
que nuestros predecesores ingirieron
a orillas del olvido.

Si tu ángel acude a la memoria,
sombras son estos hombres
que aún palpitan tras las malezas de la tierra;
la muerte se diría
más viva que la vida
porque tú estás con ella,
pasado el arco de tu vasto imperio,
poblándola de pájaros y hojas
con tu gracia y tu juventud incomparables.
Aquí la primavera luce ahora.

Mira los radiantes mancebos
que vivo tanto amaste
efímeros pasar junto al fulgor del mar.
Desnudos cuerpos bellos que se llevan
tras de sí los deseos
con su exquisita forma, y sólo encierran
amargo zumo, que no alberga su espíritu
un destello de amor ni de alto pensamiento.
Igual todo prosigue,
como entonces, tan mágico,
que parece imposible
la sombra en que has caído.

Mas un inmenso afán oculto advierte
que su ignoto aguijón tan sólo puede
aplacarse en nosotros con la muerte,
como el afán del agua,
a quien no basta esculpirse en las olas,
sino perderse anónima
en los limbos del mar.

Pero antes no sabías
la realidad más honda de este mundo:
el odio, el triste odio de los hombres,
que en ti señalar quiso
por el acero horrible su victoria,
con tu angustia postrera
bajo la luz tranquila de Granada,
distante entre cipreses y laureles,
y entre tus propias gentes
y por las mismas manos
que un día servilmente te halagaran.

Para el poeta la muerte es la victoria;
un viento demoníaco le impulsa por la vida,
y si una fuerza ciega
sin comprensión de amor
transforma por un crimen
a ti, cantor, en héroe,
contempla en cambio, hermano,
cómo entre la tristeza y el desdén
un poder más magnánimo permite a tus amigos
en un rincón pudrirse libremente.

Tenga tu sombra paz,
busque otros valles,
un río donde del viento
se lleve los sonidos entre juncos
y lirios y el encanto
tan viejo de las aguas elocuentes,
en donde el eco como la gloria humana ruede,
como ella de remoto,
ajeno como ella y tan estéril.

Halle tu gran afán enajenado
el puro amor de un dios adolescente
entre el verdor de las rosas eternas;
porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
tras de tanto dolor y dejamiento,
con su propia grandeza nos advierte
de alguna mente creadora inmensa,
que concibe al poeta cual lengua de su gloria
y luego le consuela a través de la muerte.

Luis Cernuda (Sevilla 1902 - Mexico 1963)

ÁNGELUS


Quién me iba a decir que el destino era esto.

Ver la lluvia a través de letras invertidas,
un paredón con manchas que parecen prohombres,
el techo de los ómnibus brillantes como peces
y esa melancolía que impregna las bocinas.

Aquí no hay cielo,
aquí no hay horizonte.

Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro día se acaba y el destino era esto.

Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y claro, está prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra.

Mario Benedetti (Uruguay 1920-2009)

A PABLO NERUDA, con Chile en el corazón.


No dormiréis, malditos de la espada,
cuervos nocturnos de sangrientas uñas,
tristes cobardes de las sombras tristes,
violadores de muertos.

No dormiréis.

Su noble canto, su pasión abierta,
su estatura más alta que las cumbres,
con el cántico libre de su pueblo
os ahogarán un día.

No dormiréis.

Venid a ver su casa asesinada,
la miseria fecal de vuestro odio,
su inmenso corazón pisoteado,
su pura mano herida.

No dormiréis.

No dormiréis porque ninguno duerme.
No dormiréis porque su luz os ciega.
No dormiréis porque la muerte es sólo
vuestra victoria.

No dormiréis jamás porque estáis muertos.

Rafael Alberti (Puerto de Santa María 1902-1999)

RUINA (Poeta en Nueva York)




Sin encontrarse.
Viajero por su propio torso blanco.
Así iba el aire.

Pronto se vio que la luna
era una calavera de caballo
y el aire una manzana oscura.

Detrás de la ventana,
con látigos y luces, se sentía
la lucha de la arena con el agua.

Yo vi llegar las hierbas
y les eché un cordero que balaba
bajo sus dientecillos y lancetas.

Volaba dentro de una gota
la cáscara de pluma y celuloide
de la primer paloma.

Las nubes, en manada,
se quedaron dormidas contemplando
el duelo de las rocas con el alba.

Vienen las hierbas, hijo;
ya suenan sus espadas de saliva
por el cielo vacío.

Mi mano, amor. ¡Las hierbas!
Por los cristales rotos de la casa
la sangre desató sus cabelleras.

Tú solo y yo quedamos;
prepara tu esqueleto para el aire.
Yo solo y tú quedamos.

Prepara tu esqueleto;
hay que buscar de prisa, amor, de prisa,
nuestro perfil sin sueño.

Federico García Lorca (Fuente Vaqueros 1898-1936)











A FEDERICO GARCIA LORCA



Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;

Que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.

Rafael Alberti (Puerto de Santa María 1902-1999)

A LA POESIA


Poesia, un lapicero mordido
deslizándose por un papel,
escribiendo palabras y más palabras,
que se me ocurren, no sé porqué,
componiendo versos y más versos
que me salen por doquier.

Poesía, uno de esos ratos a solas
en los que no se sabe que hacer,
en el que una idea me recorre la mente
y raudo cojo el papel.

Poesía, un paisaje bonito,
un hermoso rostro de mujer,
un desengaño amoroso,
una simple rosa, un clavel.

Poesía, un trozo de vida escrito,
no se si mal o bien,
te hago porque me hechizas,
porque  eres lo que me gusta hacer,
y al que no le guste,
pues peor par a él.


José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)

POETA




Poeta,
poeta escondido,
poeta de la gran ciudad,
o poeta pueblerino,
todos desembocan su vida
en unos poemas perdidos,
que luego desaparecen
igual que se te habían ocurrido.

Poeta,
no hagas eso,
y guarda tus poemas,
tal vez alguien los lea,
serán un árbol milenario,
que aunque tú mueras,
quedará sembrado en la tierra.

De tus poesías algunos se reirán,
tal vez otros no te comprendan,
pero siempre existirá alguien
que se identifique con ellas.

Unos dicen que somos un poco locos,
pero me da igual,
la verdad es que la vida
la vemos de otro modo,
con un matiz humano y soñador,
de una forma nostálgica y poco natural,
de la que muchos,
quisieran poder disfrutar.

Poeta,
poeta escondido,
sigue hacia delante,
no decaigas poeta,
camina por la vida soñando,
con tu melancolía a cuestas. 

José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)