jueves, 1 de noviembre de 2012

EL MANICOMIO




Camisas de fuerza,
cabellos desaliñados
y gritos que se quejan.
Médicos, enfermeras,
alerta y al cuidado
de los que perdieron la cabeza.                                              
La tarde es parda y lúgubre,    
rimando con el entorno,          
apiñados junto a la lumbre,
se encuentran los locos.
                                                                                                                                
La estancia parece tranquila,                           
está llena de caras raras,                                 
de expresiones casi sin vida.                           
Unas tienen talante alegre,                              
angelical, lleno de risa,                                    
de una risa irónica                                          
sin origen ni partida.                                       
No sé si se ríen de nada,                                            
o si les divierte su risa,                                    
si se ríen del mañana                                       
o si se ríen de la vida.                                                                                                                       
En cambio otros son ariscos,                          
depravados, excéntricos,                                
se refugian en su mundo                                             
encerrando sus misterios.                                                                                          
Otros son mas bien indiferentes,                     
tienen una mirada vacía,                                             
no les importa nada,                                       
viven de sus fantasías,                                     
simplemente enfocan su mirada                       
a alguna pared vacía.              

A los lados de los pasillos,
están las habitaciones,
solitarias estancias frías,
con sus ventanas de barrotes
donde consumen sus vidas.

Entre aire enrarecido,
la psiquiatría difícil ciencia,                              
ambiente loco del manicomio.
¿Quién sabe lo que encierran las cabezas?.

José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)

QUE EL AMOR NO ADMITE CUERDAS REFLEXIONES




Señora, Amor es violento,
y cuando nos transfigura
nos enciende el pensamiento
la locura.

No pidas paz a mis brazos
que a los tuyos tienen presos:
son de guerra mis abrazos
y son de incendio mis besos;
y sería vano intento
el tornar mi mente obscura
si me enciende el pensamiento
la locura.

Clara está la mente mía
de llamas de amor, señora,
como la tienda del día
o el palacio de la aurora.
Y el perfume de tu ungüento
te persigue mi ventura,
y me enciende el pensamiento
la locura.

Mi gozo tu paladar
rico panal conceptúa,
como en el santo Cantar:
Mel et lac sub lingua tua.
La delicia de tu aliento
en tan fino vaso apura,
y me enciende el pensamiento
la locura.

Rubén Darío (Nicaragua 1867 - 1916)

SILENCIO DE ANGUSTIA



Tengo el desesperante silencio de la angustia
y el trino verde herido...
¿Por qué persiste el aire en no darme el sepulcro?
¿Por qué todas las músicas no se rompen
a un tiempo a recibir mi nombre?
-¡Ah, sí, mi nombre, que me vistió de niña
y que sabe el sollozo
que me enamora el alma.

Julia Burgos (Puerto Rico 1914 - 1953)

EL LOCO



Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.

El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.

Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
--rojo de herrumbre y pardo de ceniza.
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
.¡Carne triste y espíritu villano!.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno; la cordura,
la terrible cordura del idiota.

Antonio Machado (Sevilla 1875 - Francia 1939)

ACABAR CON TODO




Dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.

Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.

Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.

Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.

Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.

Octavio Paz (México 1914 - 1998)

AQUÍ ESTOY, SOLO ESTOY, DESPEDAZADO



Aquí estoy, solo estoy, despedazado.
Ruge el cielo: las nubes se aglomeran,
y aprietan, y ennegrecen, y desgajan:
Los vapores del mar la roca ciñen:
Sacra angustia y horror mis ojos comen:
A qué, Naturaleza embravecida,
A qué la estéril soledad en torno
¿De quién de ansia de amor rebosa y muere?
¿Dónde, Cristo sin cruz, los ojos pones?
¿Dónde, oh sombra enemiga, dónde el ara
Digna por fin de recibir mi frente?
¿En pro de quién derramaré mi vida?

—Rasgóse el velo; por un tajo ameno
de claro azul, como en sus lienzos abre
entre mazos de sombra Díaz  famoso,
el hombre triste de la roca mira
En lindo campo tropical, galanes
blancos, y Venus negras, de unas flores
fétidas y fangosas coronados:
¡Danzando van: a cada giro nuevo
bajo los muelles pies la tierra cede!
Y cuando en ancho beso los gastados
labios sin lustre ya, trémulos juntan,
sáltanles de los labios agoreras
aves tintas en hiel, aves de muerte.

José Martí (Cuba 1853 - 1895)