Qué triste
es ver morir,
ver que
alguien nos deja;
recordamos
cosas de su vida,
sus
alegrías,
sus amargas
vivencias,
aquella
atención tan buena,
aquello que
dejó por hacer,
o lo que
valió la pena.
El día en
que yo expire,
cuando la
muerte me sorprenda,
no sé si
vagaré por el paraiso eterno
o por los
abismos de las tinieblas,
lo que si
sé que perdurará
será mi
espíritu de poeta.
Lo que si
se es que moriré,
no sé cómo,
donde, ni porqué,
si iré a
parar a un averno,
o a un
edén.
Por eso
ruego,
que nadie
me llore,
que no me
sientan,
que solo
perdure el recuerdo
de mis humildes
estrofas,
de mis
poemas.
José Manuel
Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)
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