Ráfagas
traviesas e intrépidas
cargadas
de palabras y lugares,
aires
viajeros que deambulan por el mundo
escudriñando
cada rincón,
como
duendes invisibles,
veloces,
penetrantes y libres
vientos
revoltosos e incombustibles.
Vientos
enfurecidos,
gélidos
y cortantes,
viento
abrasador del desierto
y las
brisas marinas mas suaves,
que
coquetean y tontean
con los
tifones más voraces.
Revoloteos
de hojarasca
mientras
las chicas se sujetan la falda
en las
tardes ventosas y pardas,
donde
los árboles zarandean sus ramas
y donde
el viento ulula entre las casas.
Aires
helados del norte
y los
templados aires del sur,
soplidos dispares de Eolo
desde
su gruta mas olvidada,
viento
que llega a todas partes
hasta a
las tierras mas alejadas,
viento
que mueve molinos
y que
separa el grano de la paja.
Aire
del zagal que bebe los vientos
por la
moza mas preciosa
y no se
atreve a decirle cosas,
cosas
que se lleve el viento
si la
chica se hace la sorda,
versos
que se esparzan al viento
para
que la niña los recoja,
cortejo
de aires de amor
que se
pierden entre los vientos,
aires
cómplices y tiernos,
aire,
aires cargados de besos.
José
Manuel Monge Álvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)
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