Aquí,
castigando el campo
con el
pie, por las besanas,
entrañable
como un surco,
crespo
como un Guadarrama,
un
hombre abundante de hombre
de un
empujón se levanta.
Valentín
tiene por nombre,
por
boca un golpe de hacha,
por
apellido González
y por
horizonte España.
Aquí,
entre muertos y heridos
y
alrededor de las balas,
fieramente
se pasea,
castellanamente
habla.
Con el
aire de sus hombros
la
atmósfera se huracana.
Sus
labores son de guerra
y de
muerte sus campañas.
Ha
matado muchas bestias
y
quiere acabar la casta.
Su
actitud de león,
negro
el pelo, roja el alma,
recorre
al sol de la pólvora
las
anchuras castellanas,
y el
corazón, de tan ancho,
se le
sale por las mangas.
Lleva,
como la madera
del
noble y de la carrasca,
revuelta
la sien oscura
y
masculina la savia,
que por
los tempestuosos
ojos le
bulle y le salta.
Lleva
el pecho como un monte,
lleva
la boca con rabia,
y una
ráfaga de sombra
dando
vueltas a su barba.
Miradlo
cómo reluce
cuando
dice una palabra.
Ante
este varón del pueblo,
hasta
las piedras más bravas
débiles
y sin defensa
se
sienten y se desgranan.
La
cobardía lo esquiva
y el
valor duerme en su casa.
Hombre
que seguís a este hombre
por
laberintos que marchan
a
páramos de derrota
ya
viñas de triunfo y palma:
que sus
cejas de coraje,
y su
frente de arrogancia
y su
piel de valentía
hallen
eco en vuestra cara.
Con él
ganaréis Castilla,
con él
ganaréis España
a los
de la morería
y a los
de la canallada:
con él
podremos ganar
toda la
tierra del mapa.
Yo he
de cantar sus proezas,
yo he
de romper mi garganta
en
alabanza al pueblo
y al
hombre de sus entrañas,
hasta
que queden de mí
los
restos de una guitarra.
Hombres
que nunca veía,
porque
no tengo bastantes.
Miguel
Hernández (Orihuela 1910 - Alicante 1942)
No hay comentarios:
Publicar un comentario