sábado, 1 de marzo de 2014

CIUDAD


Un murmullo de personas estresadas
presas del ritmo frenético de la vida de la gran urbe,
estudiantes, sujetos raudos camino del trabajo,
y una variopinta diversidad de rostros entre los transeúntes.
Ajetreo de masas de perfiles dispares con paso acelerado,
comercios, escaparates entre luces de neón y ostentosos bancos.
Transporte público, ruido estridente de cláxones irascibles
y una atmósfera enrarecida bajo una boina tejida de polución
que como una nube enfermiza nos evita ver el sol.

Bulevares, cafeterías, restaurantes y grandes almacenes,
ministerios, museos, bocas de metro que asoman del suelo
escupiendo ráfagas humanas de los trenes del hormiguero.
Plazas, avenidas y calles en ese reducto de asfalto y hormigón,
fuentes y algún parque o zona verde que quieren ser pulmón,
un halo de una naturaleza ausente en la jungla sin control.

Horas punta, comida rápida, cafés de la tarde,
y un cambio radical del mundo urbano al llegar la noche.
Cena de restaurantes, de pizzería o de comida en la calle,
cines de carteleras impactantes y los mejores teatros,
mendigos, taxis que descargan huéspedes frente a los hoteles
y un poco mas tarde ya bien adentrada la noche,
mujeres de tacones y falda corta en busca de clientes.
Abren las salas de fiesta de porteros fortachones,
glamour, juego, gente bien vestida y ganas de diversión,
cuando se animan de concurrencia los bares de copas
en esa vida presa de música de alcohol, vicio y conversación.

Ciudades del mundo,
madrigueras de cristal ennegrecido
y de aceros de cemento que buscan los cielos.
Ciudades del mundo
un ajetreo ruidoso de luces iluminado
en la noche de una gran llamarada vista a lo lejos.
Grandes ciudades del mundo,
la ingente e incontrolable obra de creación humana,
la jauría del estrés loco que nunca descansa ...

José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)


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