jueves, 1 de marzo de 2012

ÁNGELUS


Quién me iba a decir que el destino era esto.

Ver la lluvia a través de letras invertidas,
un paredón con manchas que parecen prohombres,
el techo de los ómnibus brillantes como peces
y esa melancolía que impregna las bocinas.

Aquí no hay cielo,
aquí no hay horizonte.

Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro día se acaba y el destino era esto.

Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y claro, está prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra.

Mario Benedetti (Uruguay 1920-2009)

No hay comentarios:

Publicar un comentario