jueves, 1 de diciembre de 2011

LA MUERTE DE MI PERRO




Hoy apenas levantarme,
por la mañana temprano,
cuando aún está débil el sol,
cuando canta el viejo gallo.

Hoy apenas levantarme,
tuve un fatal encuentro,
era mi viejo perro Triguero
que yacía junto al fuego muerto.

Mi alma se acongojó
y casi perdí el sentido,
era lo único que tenia,
mi perro, el perro mío.

Lo encontré una fría noche
que tras el trabajo iba a casa,
era un perro sucio y hambriento
que por entre las calles vagaba.

Era mi mejor amigo,
y también mi mayor consuelo,
mi única compañía
en las crueles noches de invierno.

Mientras yo me leía un libro
sentado junto a la hoguera,
él dormitaba tranquilamente
enredado entre mis piernas.

Cuando el tiempo era agradable
al llegar la primavera,
cuando el sol ilumina con fuerza
la fluorescente pradera.

En mis largos paseos campestres,
mi perro me acompañaba,
y corriendo en torno a mí,
alborozado ladraba.

Yo gozaba viéndolo
cuando alegremente corría,
detrás de una bella mariposa
que entre los tilos se perdía.

Ahora solo me queda añoranza
que empapa el alma mía,
solo me queda el recuerdo
del compañero que tuve algún día.

Leeré en mi butaca,
libros las noches frías,
como un pobre solitario,
hundido en su melancolía.

Hoy apenas levantarme,
tuve un fatal encuentro,
era mi viejo perro Triguero
que yacía junto al fuego muerto.


José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)

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