Eternamente tuyo
hasta más allá del fin de los días,
incluso después del paso fugaz por esta vida,
después de nuestra idílica existencia
de pasión desmedida.
El amor de los jóvenes
entre la más pura inocencia colegial,
el juego de aquel noviazgo de conocernos
la experiencia de amarnos y de besarse,
de hacernos nuestros,
del juego del gozo mas virginal,
de las primeras palpitaciones de amar.
El sentar la cabeza y casarse,
ese fiel compromiso de la verdad,
tener una casa, el formar una familia,
unos hijos que querer y criar,
ese maravilloso proyecto de hogar.
Pasar sinsabores,
afrontar y salvar juntos todas las trabas de la vida,
envejecer juntos,
tan enamorados como el primer día,
siendo viejos yo con todas mis fuerzas por quererte
y tu con tu misma sonrisa de niña,
cuando nuestros hijos se fueron
y la casa fue otra vez sola tuya y mía,
cuando veíamos cerca el final de toda una vida.
Eternamente tuyo,
con la misma fuerza del primer día,
por el placer de quererte,
por ser amo de tu cómplice compañía,
por todos aquellos años,
por compartir contigo,
toda una vida.
José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)
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