Río
Duero, río Duero,
nadie a
acompañarte baja,
nadie
se detiene a oír
tu
eterna estrofa de agua.
Indiferente
o cobarde
la
ciudad vuelve la espalda.
No
quiere ver en tu espejo
su
muralla desdentada.
Tú,
viejo Duero, sonríes
entre
tus barbas de plata,
moliendo
con tus romances
las
cosechas mal logradas.
Y entre
los santos de piedra
y los
álamos de magia
pasas
llevando en tus ondas
palabras
de amor, palabras.
Quién
pudiera como tú,
a la
vez quieto y en marcha
cantar
siempre el mismo verso
pero
con distinta agua.
Río
Duero, río Duero,
nadie a
estar contigo baja,
ya
nadie quiere atender
tu
eterna estrofa olvidada
sino
los enamorados
que
preguntan por sus almas
y
siembran en tus espumas
palabras
de amor, palabras.
Gerardo Diego (Santander 1896 -
Madrid 1987)
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