sábado, 1 de diciembre de 2012

MORIR




Qué triste es ver morir,
ver que alguien nos deja;
recordamos cosas de su vida,
sus alegrías,
sus amargas vivencias,
aquella atención tan buena,
aquello que dejó por hacer,
o lo que valió la pena.

El día en que yo expire,
cuando la muerte me sorprenda,
no sé si vagaré por el paraiso eterno
o por los abismos de las tinieblas,
lo que si sé que perdurará
será mi espíritu de poeta.

Lo que si se es que moriré,
no sé cómo, donde, ni porqué,
si iré a parar a un averno,
o a un edén.

Por eso ruego,
que nadie me llore,
que no me sientan,
que solo perdure el recuerdo
de mis humildes estrofas,
de mis poemas.


José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)

PENSÉ MORIR, SENTI DE CERCA EL FRIO



Pensé morir, sentí de cerca el frío,
y de cuanto viví sólo a ti te dejaba:
tu boca eran mi día y mi noche terrestres
y tu piel la república fundada por mis besos.

En ese instante se terminaron los libros,
la amistad, los tesoros sin tregua acumulados,
la casa transparente que tú y yo construimos:
todo dejó de ser, menos tus ojos.

Porque el amor, mientras la vida nos acosa,
es simplemente una ola alta sobre las olas,
pero ay cuando la muerte viene a tocar a la puerta

Hay sólo tu mirada para tanto vacío,
sólo tu claridad para no seguir siendo,
sólo tu amor para cerrar la sombra.

Pablo Neruda (Parral, Chile 1904 - Santiago 1973)

MUERTE NUPCIAL



El lecho, aquella hierba de ayer y de mañana:
este lienzo de ahora sobre madera aún verde,
flota como la tierra, se sume en la besana
donde el deseo encuentra los ojos y los pierde.

Pasar por unos ojos como por un desierto;
como por dos ciudades que ni un amor contienen.
Mirada que va y vuelve sin haber descubierto
el corazón a nadie, que todos la enarenen.

Mis ojos encontraron en un rincón los tuyos.
Se descubrieron mudos entre las dos miradas.
Sentimos recorrernos un palomar de arrullos,
y un grupo de arrebatos de alas arrebatadas.

Cuanto más se miraban, más se hallaban: más hondos
se veían, más lejos, más en uno fundidos.
El corazón se puso, y el mundo, más redondos.
Atravesaba el lecho la patria de los nidos.

Entonces, el anhelo creciente, la distancia
que va de hueso a hueso recorrida y unida,
al aspirar del todo la imperiosa fragancia;
proyectamos los cuerpos más allá de la vida.

Expiramos del todo. ¡Qué absoluto portento!
¡Qué total fue la dicha de mirarse abrazados,
desplegados los ojos hacia arriba un momento,
y al momento hacia abajo con los ojos plegados!

Pero no moriremos. Fue tan cálidamente
consumada la vida como el sol, su mirada.
No es posible perdernos. Somos plena simiente.
Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada.

Miguel Hernández (Orihuela 1910 - Alicante 1942)

CUANDO YO MUERA QUIERO TUS MANOS EN MIS OJOS



Cuando yo muera quiero tus manos en mis ojos:
quiero la luz y el trigo de tus manos amadas
pasar una vez más sobre mí su frescura:
sentir la suavidad que cambió mi destino.

Quiero que vivas mientras yo, dormido, te espero,
quiero que tus oídos sigan oyendo el viento,
que huelas el aroma del mar que amamos juntos
y que sigas pisando la arena que pisamos.

Quiero que lo que amo siga vivo
y a ti te amé y canté sobre todas las cosas,
por eso sigue tú floreciendo, florida,

Para que alcances todo lo que mi amor te ordena,
para que se pasee mi sombra por tu pelo,
para que así conozcan la razón de mi canto.

Pablo Neruda (Parral, Chile 1904 - Santiago 1973)

MUERTO SE QUEDO EN LA CALLE



Muerto se quedó en la calle
con un puñal en el pecho.
No lo conocía nadie.
¡Cómo temblaba el farol,
Madre!
¡Cómo temblaba el farolito
de la calle!
Era madrugada. Nadie
pudo asomarse a sus ojos
abiertos al duro aire.
Qué muerto se quedó en la calle
qué con un puñal en el pecho
y que no lo conocía nadie.

Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada 1898 - Viznar, Granada 1936)

YA NUNCA MAS DIRE: TODO TERMINA



Ya nunca más diré: "Todo termina",
Sino: "Sonríe, alma, y comencemos."
En nuevas manos pongo nuevos remos
y nuevas torres se alzan de la ruina.

Otra alegre mañana determina
el corazón del mundo y sus extremos.
Juntos, alma, tú y yo inauguraremos
este otro amor y su preciosa espina.

Para mirar mi muerte atrás miraba
y encontré renaciente la llanura
y sellada la boca de mi herida.

Ni el nombre sé yo ya de quien amaba,
desmemoriado y terco en la aventura
de que quien me mató me dé la vida.

Antonio Gala  (Brazatortas, Ciudad Real 1930)