Camisas
de fuerza,
cabellos
desaliñados
y
gritos que se quejan.
Médicos,
enfermeras,
alerta
y al cuidado
de los
que perdieron la cabeza.
La
tarde es parda y lúgubre,
rimando
con el entorno,
apiñados
junto a la lumbre,
se
encuentran los locos.
La
estancia parece tranquila,
está
llena de caras raras,
de
expresiones casi sin vida.
Unas
tienen talante alegre,
angelical,
lleno de risa,
de una
risa irónica
sin
origen ni partida.
No sé
si se ríen de nada,
o si
les divierte su risa,
si se
ríen del mañana
o si se
ríen de la vida.
En
cambio otros son ariscos,
depravados,
excéntricos,
se
refugian en su mundo
encerrando
sus misterios.
Otros
son mas bien indiferentes,
tienen
una mirada vacía,
no les
importa nada,
viven
de sus fantasías,
simplemente
enfocan su mirada
a
alguna pared vacía.
A los lados de los pasillos,
están las habitaciones,
solitarias estancias frías,
con sus ventanas de barrotes
donde consumen sus vidas.
Entre aire enrarecido,
la psiquiatría difícil ciencia,
ambiente loco del manicomio.
¿Quién sabe lo que encierran las cabezas?.
José Manuel Monge Alvarez (Sanlúcar de Barrameda 1964)